lunes, 16 de mayo de 2011
La Alegre Soledad del Bloguero
Es la tercera ocasión que veo cómo alguien a quien tenía incluido en el blogroll de “La pupila” decide cerrar su sitio. Desde luego que las razones para poner fin a una bitácora son tan respetables como las que motivan su apertura. Lo que pasa es que me llama la atención que en estos tres casos la decisión ha llegado después de algún que otro desencuentro en la esfera pública, y la confrontación con puntos de vistas (fundamentalmente anónimos) que sustituyen los argumentos para la impugnación con los insultos. Aspirar a que ello no suceda nunca viene a ser algo así como un delito de lesa ingenuidad: todo lo que se asome a la esfera pública es por naturaleza cuestionable; nadie tiene la verdad absoluta en sus manos; y la cultura de la polémica es cosa de minorías, no de multitudes.
Abrir un blog es sencillo. Lo complicado es mantenerlo actualizado. Pero en cualquier parte del planeta mantener un blog actualizado es un privilegio. En Cuba por lo del acceso a Internet, que es todo un lujo. En otros países porque la vida misma no concede tregua. Un blog actualizado es cosa de personas que no tienen que pensar en cortarse las venas por las cuentas que hay que pagar al fin de mes. No digo que los blogueros sean personas con una economía que produzca envidia. Lo que digo es que es muy difícil encontrar a una persona que, estando desempleado, por ejemplo, decide invertir su tiempo en este tipo de hobby. Los que escriben en un blog, aunque no sean ricos, saben que no van a morir de hambre a lo largo del mes. Escriben porque necesitan comunicar otras cosas. Llamar la atención sobre ellos por lo menos de esta manera.
Admito que he perdido bastante de aquel entusiasmo que había en mí cuando hablaba de los blogs como algo que podía contribuir a la revolución del conocimiento. A emanciparnos de las dictaduras del saber que nos van imponiendo los grupos hegemónicos de acuerdo a sus intereses. Basta echar un vistazo a lo que se escribe hoy en el grueso de las bitácoras para percatarnos de que, lejos de desautomatizarse el lenguaje que se usa, el grueso de los blogs lo que acostumbra a hacer es repetir de una manera acrítica aquello que ya se ha dicho antes. No hay pensamiento propio, solo espacio propio para repetir hasta el infinito un pensamiento ajeno.
Sin embargo, esto que parece algo negativo en el fondo tiene su utilidad, porque contribuye a poner en su lugar las cosas, y a quitarle de encima al bloguero esa responsabilidad mesiánica que él mismo, carente de una distancia crítica ante aquello que hace, ha contribuido a construir en forma de mito.
Si un blog es capaz de movilizar ideas en los otros, aplausos. Pero esa, a mi juicio, no debe ser su función fundamental. El blog es una herramienta personal. Algo que nos posibilita salirnos de esa inmensa fábrica de lugares comunes que es la llamada democracia de los medios, para reinsertarnos en el mundo real, o sea, el de nuestras propias emociones y pensamientos, en un contexto singular. Más que remover ideas en los otros, lo importante es removerlas en uno mismo.
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