lunes, 12 de noviembre de 2012

¨La película que no encuentro¨ Una entrevista a Enrique Pineda Barnet


 

Por Giselle Morales

Tomado de Escambray

El reconocido intelectual cubano Enrique Pineda Barnet dialoga con Escambray a propósito del panorama cinematográfico nacional y una de sus obras más polémicas: Verde, verde.
La primera vez que rebasó los límites neoclásicos del Vedado habanero, Enrique Pineda Barnet vino a curarse las bitonguerías de niño de ciudad en aquellas serenatas que improvisaba, junto a las hermanas Sánchez Iznaga, en La Popa trinitaria. “Hasta allá subíamos y nos sentábamos en una reja rota a cantar; los chivos nos brincaban por arriba y nosotros tomando en un porrón grande de barro aguardiente con vino tinto, un brebaje que llamaban Poesía, nos disparábamos unas borracheras de Poesía tremendas”, recuerda Pineda varias décadas después, cuando de esos tiempos bucólicos apenas queda la nostalgia y el entonces muchachito de la capital se ha convertido en una figura paradigmática del cine cubano.

Autor de una extensa filmografía en la que descuellan La bella del Alhambra (1989), La anunciación (2009) y la muy polémica cinta Verde, verde (2011), Pineda Barnet regresó a Sancti Spíritus para presidir el jurado del IX Encuentro Provincial de Cine-Clubes, ocasión en la que confesó a Escambray su inquietud por la vitalidad del debate cinematográfico.
“La crítica en torno al cine tuvo una etapa de auge, cuando surgieron los cine-clubes, el llamado ‘cine móvil’ y llegó a impulsarse hasta el ‘cine mulo’, para escalar la montaña, y el ‘cine en bote’, para ir hasta los cayos -rememora-. Sin embargo, ese movimiento ha ido decayendo, el cineclubismo ha tenido sus detractores porque, como el debate hace pensar, hay quien tiene miedo de que la gente piense.
“Actualmente se perciben indicios de renacimiento, lo cual me alegra, porque no se trata de que cada miembro de un cine-club se convierta en profesor de cine o en realizador audiovisual, sino de que se prepare para disfrutar más el séptimo arte; el debate estimula mucho porque ejercita al hombre en la contemplación y lo hace, por tanto, mucho más completo, más pleno, más apto para disfrutar la vida”.

Pineda Barnet durante el rodaje de una escena de Verde verde




Usted ha apoyado a la juventud en más de una tribuna. ¿Cómo valora la obra concebida por los nuevos realizadores que trabajan al margen del ICAIC?

“Creo que no están siendo bien valorados por ese temor que hay hacia todo lo nuevo, por el papel del censor. En principio, ¿por qué es censor? Porque es inepto, porque es incapaz, porque es torpe y no tiene armas para defender una idea, una ideología o un concepto.
“La lucha ideológica no es posible liderarla si no hay una inteligencia, no tiene que haber detrás una carrera universitaria, sino una inteligencia, un cerebro adiestrado, una sensibilidad abierta. Entonces, cuando no se tiene, el censor se apertrecha de actitudes del estilo esto lo tapo, esto lo callo, esto lo encierro, le vendo los ojos. La prohibición viene de gente bruta, vamos a llamarlo por su nombre, gente bruta e inepta”.

¿Ha sentido en carne propia el efecto de la censura?

“Muchas veces en mi vida. Es un efecto desgarrador que pretende ser demoledor, lo que pasa es que uno se robustece, uno se hace más fuerte”.
Su más reciente producción, sin embargo, se proyectó a salas repletas en el circuito nacional de estrenos cinematográficos y polarizó los criterios de los espectadores entre el elogio y la animadversión por el tratamiento descarnado al homoerotismo.
“Con Verde, verde me sucedió algo muy interesante que vino a confirmar la tesis del filme -sostiene-. Realizamos esa película con toda la libertad y la apertura que se podía esperar de la presidencia del ICAIC, que tuvo una función orientadora. Después, el filme se estrenó y el entonces ministro de Cultura, Abel Prieto, lo puso por las nubes: que era muy necesario, de una estética muy valiosa; pero empezaron a funcionar los mecanismos intermedios y a aparecer los obstáculos que encontraban los burócratas. Por suerte, Verde, verde se ha abierto paso por sí misma.
“Por otra parte, yo no estoy contra la crítica, creo que la crítica es un instrumento muy importante, inclusive le digo a mis alumnos: no critiquen a los enemigos porque aprenden.
“La que es inteligente te enriquece y a ese tipo de crítica no le temo sino que me valgo de ella. Lo que ha habido en torno al filme es una crítica sorda: la crítica del prejuicio”.

Algunos le reprochan haber abordado con crudeza un tema sobre el que se tejen demasiadas mojigaterías…

“Eso me dificultó hasta las soluciones de la cinta porque yo me decía: pero caramba, ¿cómo puedo darle a esta historia un final feliz? Los americanos terminarían montando al sobreviviente o a los dos en un convertible y llevándoselos por una carretera lejana rumbo a las montañas; los soviéticos hubieran alzado un bebé en brazos hacia el crepúsculo; ¿qué puedo decir yo?, no me quedaba más remedio que condenar a este hombre sin matarlo, tenía que enfrentar a ese personaje consigo mismo que es lo más difícil, el juez más cruel es el yo, la propia conciencia”.

Escena de Verde verde

¿Se mantiene fiel Enrique Pineda a su filosofía de aprender a prescindir?

“En cierta medida, uno va perfeccionándola, los años no son por gusto. Aprender a prescindir no es empobrecerse, escasearse, no es limitarse; es quedarse con lo esencial. Cuando reviso mi armario, veo que me sobra esto, esto y aquello. Puedo prescindir con una facilidad enorme de estas cosas, pero hay momentos que son terribles porque en el camino de la vida perdemos personas, y cuando son muy queridas, ese prescindir es desgarrador, y ese desgarramiento también hay que aprenderlo porque es una manera de asumir lo que la vida nos va dando”.

En una entrevista expresó: “El problema mío es siempre crear”. ¿En qué proyecto se encuentra enrolado por estos días?

“Estoy en medio de una situación muy trágica: tratando de hacer esta, la película que no encuentro”.

 

Trailer de del filme Verde verde


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