Por Javier Gómez Sánchez
El cine cubano vive momentos muy difíciles.
Tan difíciles que ponen en peligro la existencia y consideración del arte cinematográfico como
parte esencial de los logros culturales de la Revolución Cubana.
Estas dificultades no provienen
de la escasez económica de un país pobre y bloqueado. No se originan tampoco en
la falta de acceso a la tecnología. Y ni remotamente en una supuesta o real
utilización del cine como medio de comunicación para presentar un criterio
político contrario a los ideales revolucionarios. No es tampoco el asedio
cultural de la industria hollywoodense, ni de la banalización de los
contenidos, ni del Paquete.
Pero el proyecto de una
¨industria y artes cinematográficos¨ en
Cuba sufre una hostilidad llevada hasta el límite en el propio país
donde el afán y el sueño revolucionarios hizo realidad esas palabras en el
nombre de una institución emblemática: el ICAIC.
Las situaciones que padecemos
permanentemente los artistas, técnicos y
profesionales que realizamos este trabajo, provienen de una mentalidad de
aversión, desprecio e ignorancia hacia nuestra labor en gran parte de las
estructuras del Estado Cubano.
La enorme cantidad de obstáculos que
se ponen para la filmación de una película en Cuba hacen que el cine sea hoy, posiblemente
entre todas las demás, la expresión artística más difícil y angustiosa de realizar.
Cada año -y en este mismo momento-
varios proyectos cinematográficos nacionales, que cuentan con el financiamiento del Ministerio de Cultura y el ICAIC como parte de la política cultural y en
un esfuerzo económico de un país que no renuncia a su identidad artística, ven
menguadas sus posibilidades de calidad y de realización satisfactorias.
Sobre esto existe un enorme
desconocimiento, incluso dentro del propio Mincult y por supuesto entre el
mismo público cubano.
La política de sometimiento del cine
cubano bajo grotescas obligaciones de solitud de permisos de filmación, por solo hablar del más grave de los
problemas, está estrangulando a nuestro cine nacional.
La cada vez más burocrática y
muchas veces injustificada exigencia de permisos de filmación ha llegado ya a
extremos insostenibles. Llegamos a vivir situaciones tan absurdas como
prácticamente tener que pedir permiso para ¨pedir permiso¨.
El miedo de muchos funcionarios,
el terror que produce la sola mención de ¨cámaras¨ en la mente de muchos de estos, las
condiciones impuestas por Ministerios y otras instituciones, pero sobre todo,
la falta de cultura necesaria, han llevado a incluso exigir un permiso para
¨visitar¨ una institución, no ya para filmar en ella, sino simplemente para ser
recibidos por los funcionarios que han sido situados en sus cargos de dirección.
Sin embargo, con mucha frecuencia
leemos y escuchamos críticas, reproches, exigencias, de una comunidad
intelectual que quiere, con razón, ver un cine cubano con valor técnico,
artístico, patriótico y político, hasta con obras que reflejen momentos de
nuestra Historia. Sería muy bueno entonces que ese sector crítico, y otros sectores,
conocieran el vía crucis por el que deben pasar las películas cubanas y que
empeora con los años. Tal vez entendieran el por qué de parte del sentimiento
realmente adverso a las instituciones que se puede ver en nuestro cine:
Para poder rodar una película en
Cuba se debe someter inicialmente a un permiso general del Ministerio del
Interior, lo cual es psicológicamente traumático para los realizadores pues no
olvidemos que se trata de una institución militar, cuando existe un Ministerio
de Cultura supuestamente para estos asuntos.
Hace algunos años ocurrió un
revuelo debido a la reacción de numerosos actores y realizadores cuando además
de la sinopsis que hasta el momento se pedía, se pretendió exigir una copia del
guion completo junto a la solicitud. La repercusión en el sector artístico
nacional e internacional hizo que se volviera a pedir solo la sinopsis.
Luego de emitido este permiso
general, cuya respuesta puede demorar más de un mes, para el rodaje en lugares
públicos se debe pedir otro permiso al Poder Popular, que se toma tiempo en
responder. Como casi siempre se necesita filmar en calles, se debe ir a la Dirección
de Vías Expeditas del Minint, para pedir otro permiso que permita hacerlo. Luego
si dentro de las necesidades esta una escuela, un hospital, un hotel, una
fábrica, etc, se debe luego de sortear todas las trabas de funcionarios y
gerentes intermedios pedir un permiso al Ministro del sector que se trate y
esperar la respuesta, que no debe sorprenderlo si es negativa.
Eso es para una producción
sencilla, pero si pretende usted filmar una escena de combate debe pedir además
una solicitud de las armas preparadas para tales fines que se encuentran bajo
custodia de la Dirección de Armamentos del Minint, la cual puede demorar un mes
o más. Al mismo tiempo, una solicitud de permiso a la Dirección de Explosivos
del Minint para los disparos que piensa efectuar, que también demora buen
tiempo. Después pedir un permiso de uso de armas, explosiones, o disparos a la
Dirección de Seguridad Personal del mismo Minint.
Los avatares para adquirir estopines
(para simular impactos de bala), explosivos, polvo para humo, pólvora y salvas,
son tan disímiles, exitosos o infructuosos como obras audiovisuales existen.
Si tiene una escena que se
desarrolla en una playa o en la costa, se debe pedir permiso a Tropas Guardafronteras
y si implica una embarcación debe además debe pedir otro a la Capitanía del
Puerto. Si se necesita filmar a bordo de la embarcación la crucifixión es más
completa: Se debe entregar un férreo listado del personal a abordar con una
antelación en la que muchas veces aún no se sabe ni que actores o técnicos van a
trabajar. Y si además se le ocurre hacer una toma desde el aire, aun
contratando los servicios de una empresa de aviación, definitivamente usted no
es cineasta, sino masoquista.
El uso de drones ha venido a
simplificar esta última situación, pero se debe pedir y esperar por un estricto permiso
también para esto.
Se debe aclarar que todos estos
permisos se deben solicitar y se emiten con fechas que se pretenden sean
inalterables, así que si el día que usted pidió filmar en esa calle, tirar esos
tiros, montarse en ese bote, en esa playa, vaya, si usted se puso tan fatal que
llovió, pues usted debe pedir de nuevo cada permiso pues el que le fue emitido
era para ese día y no para el día siguiente.
A pesar de tratarse todas las
mencionadas Direcciones del Ministerio del Interior, no se conoce intención alguna
de crear un mecanismo de Ventanilla Única que haga más viable el proceso.
Por el lado civil la situación
puede ser más penosa aún, como la que recientemente vivimos los realizadores de
una película en la que una funcionaria de la Universidad de la Habana, negó la
posibilidad de filmar en sus edificios, porque según su criterio solamente
aprobaría filmaciones ahí de obras cuyas historias se desarrollen en la
Universidad.
Es probable que la funcionaria
crea estar haciendo cumplir, aunque dudosamente, el ¨objeto social¨ de la institución
que le han dado a dirigir. Y con esa
misma mentalidad gerentes y directivos con frecuencia dicen que los hoteles,
hospitales, escuelas, no son para filmar sino para hospedar, curar, educar. Aunque
pocas veces una filmación afecta las actividades donde se realiza, al contrario,
se subordina a ellas.
Incluso que la funcionaria
desconozca por qué el cine y la televisión cubanos necesitan salir a buscar locaciones
reales para recrear escenarios y no construyen costosas escenografías en grandes estudios
como las que vemos en las telenovelas brasileñas o en las películas
norteamericanas, que llegan a construir pueblos enteros para sus rodajes. Es
posible que a la funcionaria le encante ver telenovelas brasileñas.
Porque quisiera saber que
aparecería, al menos de producción nacional, en los televisores de esos hoteles,
de esas escuelas y de esos hospitales, y especialmente en los hogares de esos
funcionarios, gerentes y directivos, sino fuera por el afán de nuestros
artistas. Tal vez esa misma obra que obstaculizaron y ni se percaten.
¿Qué derecho tiene un
funcionario, que ejerce un cargo de dirección y una responsabilidad otorgada, de
impedir y frustrar un proyecto que ha sido financiado e impulsado por el
Ministerio de Cultura, por el ICAIC, por el ICRT, que son también entidades
estatales y que tratan con sus recursos disponibles, llevar al pueblo un
producto cultural?
Desconocen que el cine y la
televisión son además fuente de sustento para muchas familias de trabajadores,
que como actividad ingresan divisas al país, con los que se sostiene parte del
sistema de enseñanza y producción artística y cultural de la nación. Son frecuentes,
con el esfuerzo de productores cubanos, las películas y series extranjeras que
vienen a Cuba para contratar servicios de filmación. En vez de ir a Panamá o
Rep. Dominicana, nuestros competidores en esos servicios. Lo hacen porque aquí
existe un talento y una capacidad
profesional desarrollada. Pero muchas veces se espantan luego de conocer
los mecanismos que ponen en peligro el éxito de su inversión, en estos tiempos
en que tanto se habla de inversión extranjera.
Con gran bochorno tuvimos que
escuchar de un productor extranjero, al inevitablemente tener que avisarle que
los permisos para filmar un combate al día siguiente, no estaban todavía: ¨Si yo llego a saber esto, no traigo esta
película para hacerse en Cuba. Si esto aquí es así, no sigan promocionando este
país como un lugar para filmar. Hay mucho dinero que está ejecutado pensando en
filmar mañana, y por un permiso hay que suspenderlo¨
Estas dificultades no solo las
sufre el cine, también la televisión y su organismo productor, el ICRT. Por
estos días son muchos los espectadores que disfrutan cada sábado de la
teleserie histórica La Otra Guerra, pero cada una de esas noches, al sentarse
junto a su familia frente a la TV para
recibir un producto cubano, desconocen que están viendo algo que estuvo a punto
de no poder realizarse por muchas de estas situaciones que aquí se han
descrito.
Llega el momento de preguntarse por
qué ocurren estas cosas, pero sobre todo con gran frustración, por qué ocurre en
nuestro país, donde tanto esfuerzo se ha hecho porque se valore el trabajo y el
producto de los artistas.
¿Es paranoia? ¿Indolencia?
¿Desprecio?
Creo que el origen principal de
todas estas situaciones es estrictamente cultural.
Lo cierto es que no se ha creado la
sensibilidad ni la capacidad de entendimiento cultural que se necesita en los
funcionarios para que nuestro país mantenga debidamente una producción
televisiva y cinematográfica.
Entonces uno se pregunta: ¿Para
que existe un Ministerio de Cultura, si no es para crear esa mentalidad? Un
Ministerio empoderado no solo a través de las estructuras del Estado, sino
también del PCC, que es el rector principal de las políticas culturales. ¿Para qué
existe un ICAIC? ¿Para qué una UNEAC?
¿Si pretendemos los que
trabajamos en esas instituciones cultivar a un pueblo, quién cultiva a los
funcionarios que nos lo impiden?
Entonces, como los que trabajamos
en la cultura no somos huérfanos institucionales, ni tampoco el público que
recibe nuestro trabajo, el cine cubano no puede seguir haciéndose bajo esas
condiciones. Se impone que las instituciones culturales se sienten con el
Gobierno, el Partido, el Ministerio del Interior, la Asamblea Nacional y todo organismo
que lo requiera para que se defina cuál va a ser el entendimiento futuro del
arte audiovisual en Cuba.
Personalmente no creo en Leyes de
Cine que actúen, como parece pensarse hoy de tantas leyes, como una varita
mágica. Las leyes salen de la evolución del pensamiento y de la voluntad, y no
al revés. Ninguna ley, por sí sola, cambiará las mentes de los que deben
cambiar.
Ojalá no llegue el día en que perdamos
el primer tesoro cultural que la Revolución puso, junto a la Alfabetización, en
las manos del pueblo cubano.
Que no llegue nunca el día en que
esos funcionarios que hoy nos impiden continuarlo, puedan decir satisfechos:
¨! Uff, qué bueno que ya no viene esa gente de las películas a molestar
¡¨