Por Hamlet Herman
(Intelectual Dominicano)
Empecé mi periplo por La Habana disfrutando un amanecer de noviembre. Lo fotografié 51 veces para perpetuar aquellos momentos. Goloseaba cada instante en que la claridad se abría paso detrás de El Morro y la Fortaleza de la Cabaña. El generalísimo Máximo Gómez, sobre su corcel apoyado en tres de sus patas, miraba hacia el mar, en espera del cumpleaños del día siguiente. El Paseo del Prado empezaba a hormiguearse con trabajadores tempraneros y turistas trotadores que aprovechaban la brisa fresca para anticiparse al día.
¿Noté cambios en los ambientes en que estuve? ¡Claro que sí! La xenofobia creada por las constantes agresiones del cercano imperio durante medio siglo se ve desplazada por la inmensidad de turistas curioseando por la capital cubana. San Eusebio de los Leales ha convertido La Habana Vieja en La Habana Nueva. No oso cuantificar el turismo que se mueve por las empedradas calles de La Habana Vieja, mayormente peatonizada, pero si algún congestionamiento de tránsito hay en Cuba, es provocado por la gran cantidad de autobuses turísticos. Y me asalta la idea de que los gobernantes dominicanos están perdiendo el tiempo al desatender la zona colonial de Santo Domingo, para único beneficio de la delincuencia y perjuicio del turismo nacional.
En un país tradicionalmente homófobo, la comunidad homosexual y lesbiana de Cuba va gradualmente saliendo a la superficie, exigiendo derechos, no favores. Siempre dentro de la Revolución, no combatiéndola. Eso tiene mucho que ver con la energía de Santa Mariela de los Castro Espín quien, con belleza, humildad y ovarios bien puestos está realizando una revolución. La Revolución es para todos y todos deben ser incluidos en los avances de la sociedad. Sin discriminaciones, aunque eso sea todavía una tarea realizable a largo plazo luego de cinco siglos de desigualdades.
Algo semejante ha ocurrido con la horrible discriminación racial que, aún dentro del proceso revolucionario, clonaba para seguir existiendo. Pero con la educación y la salud como los principales vectores de la Revolución y la nivelación del conocimiento en sentido general se van destupiendo los vasos comunicantes de la igualdad de oportunidades para cada etnia.
Uno de los “cambios” que más sorprende es la proliferación de la comunicación celular, por lo menos entre la población joven. Preparado mentalmente estaba porque, en Santo Domingo, porta celular hasta el vendedor de frutas en las esquinas. En La Habana, ya la comunicación a través de estos aparatitos es cosa común y nadie se escandaliza ante la imagen de los jóvenes con auriculares, algunos de éstos llevando una “laptop” bajo el brazo.
Percibí, asimismo, que la burocracia estatal y la partidaria han recibido un “remeneón” de padre y señor mío. La juventud se ve más y mejor representada en los estamentos de toma de decisiones, aún cuando no se desprecia la experiencia y el conocimiento de aquellos que forjaron la Revolución. Se han abierto oportunidades para negocios por cuenta propia y los “empleados públicos” van decayendo en cantidad, aligerando así la carga que, en países como el nuestro, frenan el desarrollo.
Sorprendente sigue siendo la tendencia del ciudadano cubano promedio a quejarse. Viven inconformes hasta por aquellos temas en que son los mejores. Mantienen todavía el grave defecto de compararse con los países industrializados, no con los atrasados. Si se midieran en relación con los tercermundistas, entenderían que no vale la pena quejarse cuando Cuba revolucionaria es la primera en educación y en salud a nivel continental mientras los dominicanos andamos rozando lo peor en esos dos sectores. Eso sí, nos mantenemos entre los primeros en delincuencia y narcotráfico.
Fueron el segundo país con mayor cantidad de medallas de oro en los pasados Juegos Panamericanos. Una gran proeza a la cual nos acostumbraron sus atletas. Pero no, los cubanos están deprimidos porque el béisbol quedó en cuarto lugar y ha perdido la hegemonía mundial. Se exigen más y más cada vez, y no llegan a advertir que el mundo deportivo se ha preparado para vencer a Cuba. Entonces los sorprenden sus adversarios porque algunos estrategas deportivos cubanos no admiten que los tiempos han cambiado y ellos están obligados a ajustarse.
Y parece que el cambio les está haciendo mucho bien.